Entre tonos de gris


Entre tonos de gris es una muy bella y triste historia contada en primera persona por Lina, una chica de dieciséis años. 

 Inesperadamente, la NKVD (el Comisariato del Pueblo) irrumpe una noche en casa, llevándoselos a ella junto a su hermano pequeño y a su madre. Su padre, un profesor universitario muy involucrado en ayudas a lituanos en problemas, esa misma mañana desaparece de la ciudad. 

 El ejército soviético ha decidido repatriar a ciudadanos lituanos que tienen cierta relación con el mundo intelectual, tachándolos de asesinos y prostitutas. Los trasladarán a Siberia, donde sus destinos son los trabajos forzados con un incierto regreso a sus hogares algún día. 

 Se inicia lentamente su camino hacia el norte, hacinados en trenes, atravesando el Círculo Polar Ártico, hasta un campo de trabajo en una de las zonas más frías de Siberia. Comienza así una lucha por sus vidas bajo unas condiciones infrahumanas. Poco a poco, Lina irá dejando dibujos y mensajes para que el padre pueda saber de sus paraderos y, así, pueda encontrarlos.

La vida de los cautivos, así como la relación con los carceleros y torturadores está perfectamente descrita y llena de valiosos detalles. Toda ella transcurre en campos de concentración, gulags y trenes.

El estilo narrativo desarrollado por la autora es sencillo y sobrio, sin grandes alardes estilísticos, tal como corresponde a la voz de una chica de dieciséis años.

En síntesis, la novela nos habla de ese otro Holocausto acontecido en las regiones bálticas y que ha pasado totalmente silenciado en la Historia por la connivencia de la URSS con los Estados Unidos. El recuerdo de aquel genocidio permaneció sepultado al igual que los veinte millones de personas asesinadas durante el gobierno de Josef Stalin.


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