El italiano
Cuando Arturo Pérez-Reverte era niño,
su padre lo llevó a la bahía de Gibraltar y allí le contó la historia de unos
buzos italianos que durante la II Guerra Mundial saboteaban y hundían barcos
ingleses fondeados en la colonia británica. Eran hombres de honor, arriesgados,
valientes y que conducían torpedos tripulados, verdaderas bombas lapas
submarinas, los célebres maiales. Uno de esos grupos se llamó Osa
Mayor. Hacían la contienda por su cuenta, pero llevaban a mano alguna prenda
del Ejército italiano para, en caso de ser apresados, no ser fusilados al
aplicárseles el supuesto código bélico. Reverte tenía una deuda con su padre,
contar esa historia. Ha cumplido esa deuda creando una trama de guerra, amor,
amistad y traiciones situada en las aguas de la bahía de Algeciras.
La historia comienza en 1942. Una mujer, Elena Arbués, viuda, dueña de una librería, un día paseando con su perro Argos descubre a un hombre moribundo, que resulta ser el veneciano Teseo Lombardo. Lo rescata y lo lleva a casa. Esa acción cambiará su vida.
La historia está narrada con abundantes diálogos y es interrumpida por el propio Reverte, quién como un reportero persigue a sus protagonistas, viaja a Italia a entrevistarse con algunos de ellos y va trabajando en hechos reales que ha de mezclar con la imaginación.
En conclusión, como me ocurre siempre con Perez Reverte, su mejor novela es precisamente, la que acabo de leer.
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