Yo seré la última

 


El 15 de agosto de 2014, el pequeño pueblo en donde vivía Nadia Murad (Kocho) se ve completamente sitiado por el Daesh (El Estado islámico o Isis). Ella es una joven perteneciente a un grupo etno-religioso llamado “yazidí”, que habitan en el norte de Irak.

Los yazidíes, antigua religión monoteísta sincretista del Medio Oriente, propagan su fe en forma oral a través de hombres santos que velan por la conservación y memorizan todos los relatos. De niña, Nadia imaginaba su religión como un árbol con miles de anillos, cada uno de ellos guardando un relato sobre la larga historia de su pueblo.

Históricamente, han sido perseguidos desde los tiempos del Imperio Otomano y su vida como grupo está fuertemente marcada por el rechazo y la amenaza de los musulmanes por aniquilarlos. El motivo es su religión sincretista, es decir, que mezcla elementos de varias religiones.

Por ejemplo, creen en la reencarnación, como el hinduismo. Comparten la creencia, con el Islam y el Cristianismo, de que existe un Dios, pero este Dios está acompañado de siete ángeles y el más importante de ellos se llama Melek Taus y tiene la “forma” de un pavorreal. Los musulmanes consideran que esta figura es el demonio “Shaytan” en el Corán (Satanás) y, por lo tanto, desde su visión los yazidíes son adoradores del diablo.

La invasión del Daesh terminó con la mayor parte de la población muerta, todos los hombres fueron fusilados. Los niños, secuestrados para ser adoctrinados como soldados. Las mujeres jóvenes, entre ellas Nadia, fueron secuestradas y vendidas como esclavas sexuales. Nadia tenía veintiún años, pero había niñas de hasta 9 años. A estas esclavas sexuales se les llama “sabaya” y la justificación para venderlas, golpearlas y violarlas esta basada en una interpretación del Corán que indica que violar a una esclava/infiel no es pecado.

La propia madre de Nadia y seis de sus nueve hermanos fueron asesinados. Ella fue vendida como esclava y sufrió torturas y violaciones repetidas durante meses hasta que una noche logró huir por las calles de Mosul. La cobijó en su casa una familia musulmana. Allí se refugió durante quince días antes de poder llegar a uno de los muchos campos de refugiados que hay a las afueras de Duhok, en Kurdistán.

La historia está dividida en tres partes: la primera nos habla de la vida en Kocho, la aldea yazidí de Nadia, antes del Estado Islámico; la segunda nos cuenta cómo asaltan su hogar, matan a los hombres y se llevan a las mujeres como esclavas sexuales; la tercera y última parte nos relata cómo Nadia consigue salir de Iraq, acaba en un campo de refugiados, se va a Alemania y acaba convirtiéndose en la activista que es al día de hoy.

En la actualidad, solo queda un millón de yazidíes en el mundo. Hasta hace poco la religión era lo que los definía y lo que los unía. Pero también lo que los  convertía en blanco de ataques y testigos de la indiferencia global.



Nadia Murad, nominada al premio Nobel de la Paz por su labor como activista de los derechos humanos, nació en Kocho, Irak, y ahora vive en Alemania.

Distinguida con el premio Václav Havel de Derechos Humanos y el premio Sájarov a la Libertad de Conciencia, es la primera persona nombrada embajadora de Buena Voluntad de la ONU para la Dignidad de los Supervivientes de la Trata de Personas.

Junto con Yazda, organización defensora de los derechos yazidíes, trabaja por llevar al Estado Islámico entre la Corte Penal Internacional por cargos de genocidio y crímenes contra la humanidad.

Asimismo, es la fundadora de Nadia's Initiative, un programa dedicado a dar apoyo a los supervivientes del genocidio y del tráfico de Personas y a ayudarlos a reconstruir sus comunidades.


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