Almas grises


Almas grises está ambientada en una pequeña ciudad del norte de Francia y tiene como telón de fondo la terrible Primera Guerra Mundial.

Es un poblado desde el que se escucha el tronar de los cañones y se huele en el aire el olor a pólvora. Es en sí un lugar de dolor y miseria, donde los heridos del frente pasean sus heridas, sus muñones y sus cicatrices y miran con envidia y resentimiento a los hombres de la ciudad.

En la década de 1880 construyeron en este territorio una Fábrica donde trabajan casi todos los hombres del lugar y a la que deben no sólo su sustento diario sino también la clínica, las escuelas, la biblioteca, los dos canales que proporcionan el agua necesaria para transportar el combustible. Pero sobre todo le deben el haberles librado de la Guerra.

El narrador es un policía francés que en primera persona nos va desgranado una historia de hace 20 años, un caso de asesinato de una niña sucedido en este poblado durante la Primera Guerra Mundial.

No sólo asistimos a la investigación del asesinato sino que nos integramos en la vida del pueblo y sus habitantes; un juez, un fiscal, los policías, el médico, la maestra, y el posadero. Aunque en realidad, el asesinato y la investigación no son más que una excusa para tratar temas como la soledad, la pérdida y la injusticia.

Una historia bella y sombría donde no importa quién es el asesino ni es eso lo que nos quiere contar el autor.

Claudel nos muestra lo inestable de la felicidad, lo azaroso de la existencia, la duda que nos debería acompañar, en cada suceso o decisión, sobre la condición de culpables o inocentes con que calificamos a los demás o nos calificamos a nosotros mismos.

Sobre todo, la duda acerca de si el hecho de haber podido matar es equivalente a haber matado.


 

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