Amor perdurable

 


Joe estaba a las afueras de Londres, a punto de descorchar una botella de vino cuando observa cómo un globo aerostático se descontrola y comienza a perder altura. Se levanta, deja caer el sacacorchos, abandona a su compañera Clarissa aún en el césped, y comienza una desenfrenada carrera para evitar el accidente. 

 

Tras este accidente, Joe ve trastocada toda su vida porque entre los hombres que ayudan ese día está Jed Parry, un individuo con un trastorno mental como la Erotomanía o síndrome de Clerambault. Considera que Joe está enamorado de él, por ende lo persigue y lo acosa continuamente, destrozando así su tranquila vida intelectual y su feliz relación de pareja. 

 

El autor utiliza las secuelas del accidente para hablarnos de la ruptura de la inocencia, ¿Quién fue el primero en soltar la cuerda? ¿Por qué lo hizo: por miedo, por falta de solidaridad? La culpa se apodera de todos ellos, y la inocencia ya no puede ser restituida.

 

Ellos agarraron las cuerdas tratando de evitar el accidente, confiando los unos en los otros para que la tragedia no ocurriera, pero fallaron, porque no basta decir estamos todos dispuestos a ayudar, hacen falta relaciones de dependencia, de fe de unos con otros. Pero eso no ocurrió, no fueron un buen equipo y el globo cayó.

 

El segundo tema tratado por el autor es el tema homosexual; la heterosexualidad de Joe está fuera de dudas, también para Clarissa, quien piensa al principio que todo es cuestión de sentarse con una persona confundida a conversar los tres. Y aun así la relación empieza a deteriorarse por los efectos de esa pasión al acecho, silenciosa e imbatible, que interpreta cada rechazo como una prueba más que deberá superar su amor.

 

La narración es en primera persona, con un estilo muy cuidado, utilizando continuas figuras literarias y reflexiones de gran nivel intelectual. Una vez más, McEwan me ha fascinado.


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