Blancura
Blancura nos cuenta de
un hombre que embargado por el aburrimiento sube a su coche y conduce sin
destino. Toma varias salidas diferentes, algunas a la derecha, otras a la
izquierda; impulsado siempre por una vaga sensación de desgano, el hombre
continúa avanzando. Al llegar al final de una pista forestal, el coche queda
atascado.
Es una tarde fría de
otoño, y la poca luz que queda es opacada por la nieve que empieza a caer. El
hombre sabe que debe buscar ayuda, sin embargo, decide adentrarse a pie en un
bosque desconocido. Es el comienzo de un viaje interior, un enfrentamiento con
los miedos atávicos, con los proyectos truncos de la juventud, con la angustia
de los sueños infantiles.
La novela es un
monólogo interno sin pausas, en las que el narrador relata las constantes
contradicciones entre lo que quiere y lo que no, lo que debería hacer y lo que
hace y donde los resquicios de una mente cansada borronean el límite entre lo
real y lo imaginario. Una desoladora nostalgia impregna las páginas de una
suave melancolía.
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